ENSAYO SOBRE LA PERSONALIDAD DE MI GENERAL


Las presentes notas se desarrollan con motivo de resaltar la personalidad del General Alberto Enríquez Gallo (1895-1962), durante su vida tanto privada como pública. Ya sea como militar al servicio de la Patria, Ministro de Defensa, Jefe Supremo de la República encargado por el ejército, Senador de la República, Presidente de la Comisión de Defensa Nacional, o como el amigo abnegado, el padre cariñoso y correcto.

El administrador de un gran sentido común, que hace del General una persona que, en algunos aspectos estuvo fuera de la época en que nació y creció.

“Alto para ser ecuatoriano, joven para ser jefe supremo, y de buena presencia, Enríquez fue el primer presidente verdaderamente nacionalista de Ecuador. En carácter de militar, exjefe del regimiento Yaguachi de caballería, su interés se circunscribía al país y a su estabilidad económica y política, más bien que a cualquiera de los partidos principales”.

Libro «Ecuador, retrato de un pueblo» Sr. Albert B. Franklin, capítulo XV
El autor comenta su apreciación del año ANNUS MIRABILIS 1938.

Todo personaje histórico se debe juzgar de acuerdo con la época en que vivió. Muchas de las virtudes o defectos se adquieren en el ambiente donde se desarrolla, igual que todos los organismos en este planeta.

El General vino al mundo en un momento en que la vida era muy fácil para las personas que tenían, o adquirieron alguna comodidad económica, y que podían desenvolverse fácilmente en el ambiente. Pero a algunos el destino no les había permitido cierta comodidad económica, o habían rehusado adaptarse a los cambios de la época, como sucedía en algunas comunas indígenas.

Dichas comunas seguían usando las costumbres de sus antepasados, que no se ajustaban a las impuestas por los europeos, quienes les quitaron los derechos de posesión de aquella tierra que les había pertenecido por siglos. Algunos grupos cambiaron algo, y se adaptaron a las costumbres de los europeos. El resultado fue que actualmente viajan por todo el mundo, y tienen su reconocimiento.

El General con su legislatura social, dio un paso definitivo para impulsar estos cambios. Lamentablemente, nunca pudo ver claramente los cambios que resultaron de su visión.

Creció y desarrolló su personalidad junto a sus padres, familiares y amigos en el campo. Allí, las condiciones de los indígenas tenían visos de esclavitud, frente a los dueños de las grandes fincas. Mientras que en Europa y otros países del hemisferio occidental, las ideas de igualdad y fraternidad se desarrollaban rápidamente.

Sin embargo, las malas costumbres, dígase corrupción, habían empezado a arraigarse entre las personas que administraban los fondos públicos. Sobre todo en algunos países europeos, entre ellos Italia y España.

Se iniciaron entonces las ideas de un socialismo avanzado y extremo, en muchos casos con pensamientos de un comunismo disfrazado, que se difundía rápido por todo el orbe, dando paso a revoluciones sangrientas en todo el mundo.

Estas múltiples visiones de la vida cotidiana, daban como resultado que los más pudientes llegaran a corromper sus comportamientos. Por sostener los privilegios, sin importarles las condiciones de los demás.

Una de las formas más fáciles de sostener el orden instituido de privilegios, era no dar mucha oportunidad de educación a los individuos de escasos recursos, los que no tenían ninguna posibilidad de mejorar su estatus de educación, económico y social.

Sin embargo, el General desde los primeros años de vida tuvo la suerte de estar cerca de muchas de esas personas que no tenían recursos, ni educación para poder salir de su estatus. Además, tuvo unos padres que le enseñaron a ser franco en sus convicciones, y no tratar de estropear a sus congéneres, ya que con ellos jugaba, y mantenía relaciones muy estrechas durante una buena parte de su niñez.

Desde su niñez, el General dio muestras muy claras de ser militar de corazón. Especialmente, después de su encuentro con el General Eloy Alfaro, cuando apenas contaba con 10 años de edad. Muy cerca de la finca de sus padres, en una de las batallas libradas por el “Viejo Luchador”.

Sin que el General fuera un erudito en política, supo antes que nadie, apreciar la nacionalidad y el bienestar de los trabajadores. La naturaleza le había dotado de una inteligencia clara y penetrante en los problemas sociales. Esto le permitió trabajar con una imaginación sumamente viva, y con un sentido común, más allá de su época. No solo para mejorar al pobre, sino a sus colegas militares y muchos otros gremios.

De temperamento amable, no pudo ser acusado de una sola mala acción. Demostró hasta las últimas horas de su vida un afecto entrañable por su familia. Su característica mental predominante, con la que superó a todos sus contemporáneos, fue la capacidad especialísima de penetrar en la esencia de los problemas sociales del momento. Fue un investigador paciente de los hechos históricos trascendentales, y con mucho ingenio especulativo, entraba en consideraciones reales de la naturaleza humana de los pobladores del país.

No ha tenido rival en entender y esclarecer los orígenes y resultados de las grandes revoluciones políticas. No solo nacionales, sino mundiales, con resultados de transformaciones sociales trascendentales. Tampoco han podido rivalizar con él, en el discernimiento de las características determinadas de la naturaleza de su pueblo, o del Estado. Estas fueron, entre otras, las características donde se revelaron aquellas cualidades, con todo el poder y su originalidad de su talento administrativo.

Estas características especiales, le dotaron de una vocación permanente para solucionar algunos aspectos socioeconómicos del pueblo ecuatoriano. Su carrera y obra nunca le condujeron a un estado de riqueza material, sino riqueza espiritual. Nunca quiso dominar a los coterráneos, sino ponerse al servicio de ellos.

Como jefe de las diferentes unidades militares que recorrió, demostró sus dotes de manejar gentes, aprovechar oportunidades, cumplimiento del deber, concebir proyectos viables, disciplina intachable, lealtad de grupo, y otras características afines a los propósitos que tenía respecto a la conducta de la vida diaria.

Todo su comportamiento desde su juventud, le llevó a entender los aspectos más importantes de la vida, a los que estaba predestinado. Fungió como estadista, favorecedor de grupos sociales que se encontraban aplastados y explotados por circunstancias especiales dentro del país.

Las figuras de gobernantes anteriores como los generales Alfaro, Plaza, García Moreno, y otros, le merecieron elevar sus acciones, a contradicciones morales muy grandes que pesaban sobre la época en que gobernó el país.

Llegó a dudar seriamente de la máxima de que “el fin justifica los medios”. El General Enríquez se apegó toda su vida a lo que llamó la moral práctica en sus actuaciones. Aún en aquellos casos de haber defendido el honor del ejército en un duelo que no le correspondía, de haber perdido un hijo por un mal diagnóstico, en que fue apuñaleado por un sicario, o cuando decidió no tomar revancha ni venganza, actuando de acuerdo con sus principios morales humanitarios de “perdón y olvido”.

El General tuvo la suerte de conocer todos los rincones del Ecuador. Esto, por sus recorridos como miembro del ejército ecuatoriano, como Jefe Supremo de la República, como Senador de la República, o en forma privada. Por esta razón, tenía un profundo sentimiento de las grandes diferencias de los ciudadanos de este pequeño país. Por esto, siempre abogó profundamente, para remediar o cambiar lo instituido.

El examen integral e inteligente que hizo de las instituciones militares de Chile, donde permaneció por un corto tiempo, le permitió elevar el nivel de las cuatro instituciones militares relacionadas en el país.

Desde el Ministerio de Defensa, y desde la Primera Magistratura, con sendos decretos, elevó el nivel de preparación de los miembros de cada rama. Al mismo tiempo, les dotó de los medios adecuados para un mejor desenvolvimiento de las Fuerza Armadas, de acuerdo con las condiciones del país. Esto, con el propósito de defender el patrimonio nacional, el cual fue ultrajado posteriormente por gobernantes que vieron sus intereses por encima del interés de la patria.

El ejército en esos momentos debía ser fuerte y virtuoso, para defender el patrimonio nacional. La intención del General siempre fue hacerlo fuerte, bien formado y estructurado, donde sus integrantes estuvieran dispuestos a ofrendar, o dar su vida, y todo su ser. Ese ideal fue destruido y terminado por el egoísmo de gobernantes posteriores. Los resultados fueron funestos, como todos sabemos, al perder gran parte de nuestro territorio Nacional.

El General sirvió al ejército ecuatoriano con gran fidelidad y desinterés. Hizo todo cuanto estuvo a su alcance para mejorarlo, y darle un estatus superior al que tuvo por muchos años desde la independencia política de España.

Durante su paso por el Ministerio de Defensa, tuvo la oportunidad de aprender lecciones políticas adecuadas para su corta administración como Jefe Supremo. Reunió las personas más importantes del país, sin distingos políticos, ni religiosos o económicos; esto, para que desarrollaran su visión en un grupo de leyes, que aún son claves y críticas para el desarrollo igualitario del país. Sin demagogia, ni posturas ridículas como las que se ven hoy día entre los mal llamados “políticos”.

El General siempre se inspiró en el espíritu republicano, y su permanente respeto a la Constitución de la República, lo que le llevó a respetar y honrar su ofrecimiento de entregar el poder lo más rápido posible. Esto, lo cumplió con adelanto, puesto que entregó el encargo del ejército ecuatoriano en solamente nueve meses. Rehusó seguir en el cargo, a pesar de que pudo haberse hecho elegir presidente, como varios habían hecho en el pasado, y como actualmente lo hacen políticos de todas partes.

Durante sus constantes recorridos por la patria, el General entendió que la probable centralización de los haberes públicos, no les permite desarrollarse algunos lugares que tienen buen potencial económico, por lo que hizo cantones de algunas parroquias. Entre ellas Salinas, que hoy en día es una provincia con sus propios cantones. Al igual que otras regiones de la costa ecuatoriana, que se sienten relegadas por el centralismo de la administración de los bienes, por parte de las Prefecturas y de los Municipios respectivos.

Todos conocemos que en el país no habrá desarrollo sostenido mientras exista la desigualdad abismal entre pobres y ricos, aspecto que el General entendió. Por ello, promulgó el Código de Trabajo, que en su tiempo fue la legislación laboral más avanzada de América Latina, en defensa de la fuerza laboral. Sin embargo, esta nunca fue reformada adecuadamente, de acuerdo con las circunstancias modernas, cambiantes de la época económico-social del país.

Del análisis de la obra del General, se ve el aspecto práctico y el objetivo real de ella, en pro de la igualdad económico-social, aspecto que en su debido tiempo fue combatido tenazmente por los interesados en mantener el estatus de esos tiempos. Hoy en día, ochenta años más tarde, se ve lo contrario. Los que ahora abusan de las leyes laborales, no quieren hacer los cambios necesarios y se aferran a ellas; aunque eso signifique que el estatus económico-social de ellos no cambie en beneficio de ellos mismos.

Este intento del General no puede compararse con ningún intento viable de ese entonces para dar “libertad, igualdad y fraternidad” al pueblo del Ecuador, como un modelo de fervor patriótico y como expresión de un sacrificio de todo interés privado ante el bien público. Aspecto contrario, ciento por ciento, a la época actual, en que solamente se atiende el interés privado, prevaleciendo sobre cualquier viso del interés de PATRIA.

En aquel momento, su personalidad se agigantó ante los ojos de las personas de la época. Y en el futuro, se agigantará más cuando se pueda llegar a sus ideales. Su actitud adquiere proporciones heroicas, más cuando recordamos que su patriotismo no solo guió sus ideales, sino toda su vida.

No es posible regatearle nuestra admiración, cuando lo conocemos estructurando un mejor bienestar para la clase obrera y los pobres. O estructurando un mejor ejército para la defensa de la patria, con un sentimiento innegable de autosacrificio por la causa de su país. Igual que en los días de persecución de sus detractores, él siguió con sus mismos pensamientos de trabajo por la patria. Aún sin considerar los innumerables factores negativos para su vida, o de su sacrificada familia.

Más tarde, cuando ya su salud se había quebrantado y tenía varias intervenciones quirúrgicas, le encontramos en el Congreso Nacional, como Senador por la Provincia de Pichincha. Nombrado como Presidente de la Junta Nacional de Defensa, siempre pensando en cómo mejorar el ejército, y cómo defender la Patria.

Sus ojos agónicos, contemplaron el derrumbamiento moral de las instituciones públicas en las que hoy en día domina la corrupción. Esta, ha llegado a contaminar hasta las más altas instituciones legales del país, sin que se cumpla su mayor ambición, de ver un país con igualdad de condiciones para todos sus ciudadanos.