Sylvia Elena
1
Nena, como comúnmente le llamábamos, tanto en la escuela como en la casa, fue un poco gordita. A esta niña le encantaba disfrazarse de muchas cosas, y dentro de sus personajes preferidos estaba la “Mujer Maravilla”.
En una oportunidad fue invitada a una fiesta de disfraces, y le pidió a la madre que comprara un traje de la Mujer Maravilla. La madre le dió gusto y le disfrazó para la fiesta.
La abuelita, madre de mi esposa, le dice que está muy linda con ese disfraz. Ella le dijo que era la Mujer Maravilla, aunque sea un poquito “regordetita”, poniéndose en poses de la artista.
2
Nena debe haber tenido unos tres años cuando vivíamos en el CATIE, en Costa Rica. Mis suegros vivían en la finca Las Huacas, de propiedad de mi cuñado Rodrigo. Cada ocasión que teníamos les visitábamos con las tres niñas. Con ellos, salíamos a pasear por la ciudad de Liberia, en Guanacaste.
Como ellos vivían cerca, conocían la ciudad bastante bien y nos llevaban a conocer sitios interesantes. Pasamos por el Hotel El Sitio, y entramos a tomar un café. Tan pronto nos instalamos, la niña se dio cuenta que había una piscina cercana, y se acercó al grupo diciendo que quería meterse a la piscina.
Como no teníamos mucho tiempo, la madre y la abuelita, le dijeron que no, que otro día podríamos venir y que ella se podría bañar todo el tiempo que quiera. Se acerca a la piscina, toca el agua y dice “tibiecita, igualita como la leche materna”.
3
En una de las visitas a la finca donde residían los suegros, un día se entablaron en la conversación de las edades de las tías y de los primos.
Nena, comienza a decir que cuando ella tenga 30 años, la tía va tener tantos, y la mamá tantos, y así siguió comparándose con todas ellas.
Pero cuando dice “cuando yo tenga cuarenta“, y le regresa ver a la abuelita Dinorah y le dice, “que va tú ya en esos tiempo estarás viendo el zacate por las raíces”.
4
Vivíamos en el CATIE, Turrialba, y la niña entró a la escuela. Hizo varias amigas, pero había una en especial que se llama Merry.
Jugaban mucho en la casa nuestra, donde estaba una empleada que las cuidaban bastante bien. Un día, nos cuenta que la Nena había empujado por las gradas a Merry, porque quería irse, después que habían discutido por un juguete.
Ventajosamente, no le pasó nada a la niña excepto un susto. Cuando la madre llegó, la empleada le contó el hecho. Entonces, mi esposa le dice a la niña que cómo va a hacerle eso a la amiguita.
Rápidamente, la Nena contesta “yo no le empujé, solamente le estaba ayudando a bajar las gradas rápido”.
5
Vivíamos en el CATIE y la Nena recibía las clases en la escuelita del lugar. Todas las mañanas, la empleada le llevaba a la escuela y una ocasión, oyó a la niña comentarle la maestra que “ella tenía dos mamás. Una era ella, la empleada, la cuidaba en la casa; y otra que trabajaba en la Oficina del CATIE”.
Con ese concepto, la madre dejó de trabajar para cuidar a la bebe.
6
Uno de los hermanos de Sonia Isabel, Rodrigo Oreamuno, por su profesión, quedó como albacea de una finca en Guanacaste. La finca era muy grande, y tenia una casa también muy grande, en la que podíamos fácilmente entrar hasta cuatro familias.
Una vez nos invitó a la finca y la Nena se quedó asustada con un adorno. Era la cabeza de un puma disecado, que seguramente había sido cazado por los dueños de la finca, o alguno de los arrendatarios.
Se lo quedó viendo y dijo, que ese era –tío gorrión-. Por mucho tiempo preguntaba cuándo vamos a ver a tío gorrión.
7
Regresábamos toda la familia a Ecuador, después de haber trabajado algún tiempo en el CATIE. La Nena tenía un juego de médico, que le habían regalado esa Navidad, pues ella desde muy pequeña sabia que quería ser doctora.
Llegamos al aeropuerto de Bogotá para una escala hacia Quito, desde Costa Rica. Todos estábamos hablando y caminando hacia la puerta de embarque, cuando nos dimos cuenta de que la niña no estaba con nosotros.
El susto fue muy grande porque en ese tiempo estaban de moda los secuestros de niños para pedir rescate o robárselos. Habíamos incluso pedido a la guardia del aeropuerto que nos ayudaran a localizar a la niña con el altavoz.
Al recorrer por el pasillo, la madre ve que la niña le estaba tomando la presión arterial a una de las empleadas de una oficina, bastante alejada del pasillo. Las empleadas, sin saber de dónde salió la niña, estaban encantadas jugando al médico.
8
Cuando salimos del CATIE, nos mudamos de Turrialba a San José, a vivir con una tía. En ese entonces, la niña no conocía la ciudad, porque vivíamos en Turrialba.
Matriculamos a Nena en un colegio al llegar a San José. A pocos días de haber llegado, la tía nos contaba que estaba muy feliz en el Colegio.
Un día llama por teléfono a su madre y le dice: “mami ya soy capitalista”, la madre le pregunta por qué “capitalista”? Ella le contesta “ya conozco la mayoría de la ciudad, porque el bus da muchas vueltas hasta dejarme en la casa de la tía“, la madre le pregunta si no será “capitalina“, ella le contesta, “bueno, como quiera que se diga”.
9
En la época en que vivíamos en el CATIE, una vez Nena fue invitada por una de sus compañeritas a la casa a un almuerzo. Cuando regresó, vino impresionadísima, y un poco atropelladamente le dice a la madre vieras mami el “árbol ginecológico” de Julia.
La madre le dice seguramente se había equivocado de palabra; pero ella efusivamente le dice que es “el árbol ginecológico” y le discute algunas veces. Inmediatamente, supusimos que se trababa del árbol genealógico de la compañerita, que le había impresionado mucho.
10
Mientras vivíamos en el CATIE de Turrialba, Nena asistía a la escuelita. En ese lugar tenía muchas amigas que permanente hacían fiestas de cumpleaños. Como eran pocos los niños, prácticamente invitaban a toda la escuelita.
Una ocasión era el cumpleaños de Nena, y lógicamente tenía la fiesta. Una de las madres de una compañerita había olvidado el regalo. Ella le explica a Nena que había olvidado el regalo, pero que pronto se lo daría.
La niña encontró en las calles del CATIE, algunas veces a la señora, y siempre le repetía lo mismo. Pasaron una dos semanas, y la niña siempre recibía la misma respuesta.
Hasta que se cansó, y fue la casa de la señora. Golpea la puerta, y cuando sale la señora, le dice “vengo por mi regalito”. Lógicamente, la señora no sabía qué decir, sino que tenía la razón, y ventajosamente si tenía el regalo. Se lo entregó enseguida.
Cuando la señora contó a las otras señoras todas se rieron mucho.
11
En la casa de mis padres Enríquez-Calderón, teníamos la costumbre de que cuando alguien se entrometía en las cosas de algún otro, o contaban cosas que no les gustaba, lo primero que decíamos era “quien te dijo perro toma hueso”, ya que reemplazaba a “no te entrometas“, o cualquier otra expresión Ecuatoriana.
Alguna vez, dije a las hijas mayores la misma expresión. Pero ellas lo tomaban como una broma, o una expresión que pudieron escuchar en Quito. Sylvia Elena, la oyó alguna vez, o puede ser que yo mismo le haya dicho el refrán. Pero en una ocasión, en que algo dije contradiciéndole, me dice “Quien te dijo perro toma hueso”.
12
Como hemos visto, Nena era muy ocurrida y traviesa. Al hacer sus travesuras algunas ocasiones rompía algo, y dañaba alguna cosa. Por lo tanto, la madre le reprendía.
Teníamos un amigo, que le llamábamos Joe, y él se dio cuenta que la niña era tremendamente traviesa. Cuando se dieron cuenta de alguna de sus travesuras, Joe le preguntó quién era la causante de romper el vaso. Ella le contesta que no sabía, que creía que era el sapo.
Desde entonces, todo lo que sucedía en la casa, el culpable era el sapo. De tal manera, que cuando el amigo llegaba a casa, lo primero que preguntaba era donde está el sapo.
13
Sonia Isabel tenia un primo, el doctor Ricardo Blanco. Siempre los visitábamos, porque nosotros vivimos un tiempo con ellos en Turrialba. Cuando ambas familias vivían en San José, les visitábamos mucho.
Un día, Sylvia Elena se acercó a Chanita, la empleada de ellos de toda la vida. Le dice “Chanita, dame de comer aunque sea unas galletas, por que en mi casa no me dan nada”.
Chanita, como ya la conocía, fue a la cocina y le trajo galletas y una taza de chocolate, que la chiquilla se tomó muy rápido.
Chanita se asoma donde estábamos nosotros muerta de risa, y nos cuenta lo que acaba de suceder. El doctor Blanco casi se ahoga de la risa.
14
Cuando Nena tenía alrededor de siete años, se antojo de un chocolate caliente. Ella veía que en las mañanas la mamá hacia café, en la cafetera eléctrica. Nena pensó que, si le ponía leche en vez de agua, y chocolate en vez de café, iba a tener un rico chocolate caliente.
Cuando vio que no salía nada, le pregunto a Sonia porque no funcionaba, y ahí se dio cuenta que había dañado la cafetera.
15
Vivíamos en Turrialba, y todos le leíamos a Nena cuentos. Al pasar cada página, sonaba una campanita. Como siempre nos hacía repetir, la niña se aprendió de memoria el contenido del cuento, y el momento en que sonaba la campanita.
Cuando algunas amigas de Sonia llegaron a la casa, la encontraron que -leía- el cuento. Puesto que notaron que ella decía el texto, y pasaba la página en el momento adecuado.
Todas se quedaron muy admiradas, pensaban que siendo tan pequeña había aprendido a leer. No se dieron cuenta, hasta que Sonia les comento lo que pasaba, que se sabía todo de memoria.