Sonia Patricia


1

Vivíamos en la Estación Experimental Pichilingue del INIAP, en una de las casas nuevas de ese entonces. Las que no eran muy grandes en el espacio social, pero con tres buenos cuartos, dos baños y eran muy cómodas para el tamaño de la familia ese momento.

Sonia Patricia la hija mayor, tendría menos de dos años y la empleada que la cuidaba le paseaba en un cochecito por todo lado, más que nada fuera de la casa, cuando el clima lo permitía.

La mamá, Sonia Isabel, tenía una mesita hecha de una vieja máquina de coser, que mi madre nos había regalado. La mesa quedó muy bonita pues parecía una máquina verdaderamente, pero siempre Sonia Isabel mantenía adornos encima.

Alguna vez que el clima no le permitió salir de la casa, la empleada la paseaba dentro, donde el espacio era reducido, como se dijo antes. Al pasar junto a la mesa, la niña jaló el mantel de la mesa, que contenía una buena cantidad de cosas de cristal. El escándalo fue grande porque la empleada se asustó, ya que algunos adornos que estaban en la mesita eran muy bonitos y muchos de ellos se rompieron.


2

En Pichilingue, casi junto a la casa en que vivíamos había un parque para niños. A Sonia Isabel, no le gustaba que la niña salga sola, pues alrededor circulaba una buena cantidad de vehículos y era muy peligroso.

La niña se enojó un día y le dijo a la madre que ella se iba de la casa, pensando seguramente que tenía amigas que la recogerían, o quién sabe qué. Sonia Isabel no le dijo nada más que “estaba bien“, haciéndole ver algunos problemas que podía tener.

En un palito puso un paquetito con alguna ropa y algo de comer. La niña salió muy decidida, y se fue al parquecito para niños de la estación. Tanto la empleada como la madre y algunas señoras vecinas, que estaban alertadas, la vigilaban sin que ella se diera cuenta.

Pasó algún tiempo y la niña seguía en un asiento del parque. Como era temprano, no había nadie. Luego de algún tiempo viendo que no podía ir a ningún lado, se puso a llorar y regresó a la casa, donde nadie le recibió con lamentaciones ni alaracas, como se hace normalmente. Madre e hija tuvieron una larga conversación al respecto y todo pasó.


3

Más tarde vivíamos en Pichilingue en otra casa, bastante grande y mucho más cómoda. Un día, Sonia Patricia asomó muy rara, y al principio no nos dimos cuenta de que se había hecho. Enseguida vimos que se había cortado uno de los churos o colochos que la madre le hacía en los costados.

Para que no se diera cuenta la madre, la niña, tiró bajo la cama el pelo cortado y al principio negaba lo que había hecho, hasta que se encontró el pelo y se lo enseñaron.


4

Como la niña era muy traviesa algún momento, la mamá le recriminó por haber tomado un utensilio caro de la cocina. Ella lo tiró rápidamente al suelo para no dar a nadie el objeto, el cual fue a parar bajo la cama.

Su madre le dijo que inmediatamente se metiera bajo la cama y que lo recogiera. Ella se quedó pensando un rato y dijo que no se metería bajo la cama, por cuanto le iba a TRITURAR la cabeza.


5

Como ya hemos dicho, era tan traviesa, que la madre siempre le amenazaba que iba a darle en las manos (pau pau). Entonces ella, cuando iba a hacer algo y se acordaba de la amenaza, ella misma se daba en las manos y decía “pau pau” y salía corriendo en su andadera.


6

Vivíamos en Pichilingue, Ecuador. Yo trabajaba en el programa de Cultivos como mejorador de leguminosas. Para ese entonces teníamos muchos amigos dentro de los programas.

Un día nos invitaron a la casa del Ing. Díaz, que era el Fitopatólogo de Cultivos. Al entrar nos dimos cuenta de que, en el centro de sala, sobre una mesa, había un cenicero verde de cristal muy bonito.

Mi esposa le dijo al dueño de la casa, que era más prudente retirar el cenicero por la niña. El hombre muy amable dijo que no, que no era necesario. Se le advirtió que no conocía a la niña, pero de todos modos dijo que no.

Pasó un rato y la niña estaba en el regazo de la madre sin decir nada, solo viendo todo. En un momento dado, saltó del regazo de la madre y tomó el cenicero. Todos le dijeron al mismo tiempo “cuidado”, la niña se asustó, y soltó en cenicero al suelo, el cual se hizo añicos.


7

Vivíamos en la EET Pichilingue, y mi esposa estaba embarazada de nuestra segunda hija. Teníamos que salir regularmente al doctor en Quito, aunque Guayaquil era más cerca, y hubiera sido más fácil el viaje, toda mi familia vivía en Quito, y era mucho mejor el soporte para mi esposa en esa ciudad.

En uno de los viajes, mi compañero de trabajo que salía casi todos los sábados para Quito, nos ofrecía viajar en el carro de su padre, del cual estaba hecho cargo, por que su familia no lo estaba usando.

Como el camino antiguo, (por Macuchi-Latacunga) era con mucha curva, mi amigo Marcelo iba despacio, para no molestar a Sonia Patricia que tenía cerca de tres años. 

En algún momento la chiquita dijo – mami, mami me gumuto, me gumuto-, le pedimos al amigo que parara, y lo hizo a tiempo porque apenas salió, la niña vomitó, pero fuera del carro.


8

Vivíamos en Pichilingue, y como era natural teníamos muchos amigos entre los Ingenieros y muchos de los empleados. Uno de ellos era conocido por ser casado con una muchacha de Costa Rica.

Él le llamaba Sonia chiquita para diferenciarla de su madre, Sonia Isabel. En algún momento ya se puso brava, y le dice furiosa “yo no soy Sonia chiquita, me llamo Sonia Patricia“. El Ingeniero ni siquiera supo responderle, la niña ya había salido corriendo.

Años más tarde nos volvimos a encontrar en el mismo lugar, luego que ambos nos fuimos a diferentes lugares para estudiar, y cuando se vieron, ella se le quedó mirando y dijo “yo soy Sonia Patricia“.


9

Una vez, cuando Sonia Patricia tenía tres años, llegaron a Costa Rica de paseo. La madre pensó que sería una buena distracción llevarla al Zoológico Parque Bolívar, en San José.

Estaban muy felices viendo todos los animales, ya que había un buen surtido de animales exóticos, que casi nunca veían los niños.

Cuando llegaron a los leones, la madre le dice que lindo el león. Ella se regresa y le dice: “no, ese no es el león, el león es ese otro” dirigiéndose a la leona. Se establece una pequeña discusión con la madre, que le decía lo contrario hasta que ella le dice: “no ve que esa tiene el pelo largo y este otro no“.


10

Vivíamos en un departamento pequeño en Cornell. Como todos los estudiantes casados y con poco dinero.

Mi esposa tenía una amiga que conocía desde pequeña. Estudiaron en la misma ciudad, y en el mismo colegio. Ademas, y los maridos éramos muy amigos.

Un día que mi esposa y yo salimos de viaje, le encargamos a la amiga que viera por Sonia Patricia y Katia, hasta regresar. Las niñas se quedaron jugando con los hijos de la otra familia.

La señora en un momento dado limpiaba el piso con una escoba, y la basura la recogía con un colector pequeño de mano. Entonces, Sonia Patricia le dice- “Tía”, por qué no levanta la esquina de la alfombra, y mete allí la basura como hace mi mamá-.

Cuando hablaron las señoras al respecto, se dieron cuenta que eso lo hacían en unos dibujos animados alguno de los personajes.


11

Vivíamos en la EET Pichilingue, y Sonia Patricia como siempre era muy traviesa. Seguramente, ella veía que todas las personas enchufaban algún aparato eléctrico y funcionaba. Como la aspiradora de polvo, las lámparas, y muchos aparatos de la cocina.

Ella seguramente quiso ver cómo salía la corriente. Así que metió unas pinzas, de las que su madre usaba para depilarse las cejas, en el enchufe de corriente eléctrica.

Como no veía nada, porque empujaba muy poco, se arriesgó y empujó hasta adentro las pinzas. Con el consiguiente choque eléctrico, la niña salió disparada por el impacto, y no sabía qué pasó.

Ventajosamente, la madre estaba cerca, y pudo llegar a tranquilizarla. Solamente se dio cuenta, de qué fue lo que paso, al ver que la pinza estaba toda dañada por la corriente. Eso sí, a la niña no le pasó nada.


12

En uno de los viajes de Ecuador hacia Costa Rica, los tíos de la bebe, le llevaron al parque de recreo más popular de ese entonces. Todo estaba bien, hasta que unas gigantas salieron a recorrer el área como es usual. Normalmente, los niños disfrutan jugar y correr alrededor de ellas, pero Sonia Patricia nunca las había visto. Y se pegó susto tal, que llegó llorando donde la madre a refugiarse en las faldas.  

Hoy en día, cuando tiene más de cuarenta años, me comenta que aún le asusta, y que no le gusta verlas, porque les tiene miedo.


13

Vivíamos en los Estados Unidos de Norte América, cuando yo estaba estudiando el doctorado. Uno de los alimentos que ha gustado tanto a mi familia como a mí, es el puré de manzana. En Ecuador no era muy común encontrarles en los almacenes a la venta, sino que se la fabricaba en la casa.

En los Estados es muy común, y hay de todas marcas y sabores. En algún momento, la niña dijo que no le gustaba esa salsa de manzanas, y por mucho tiempo no comíamos. Seguramente, algo oyó a su tío Antonio, conocido por la familia como “Tony”, quien vivía con nosotros. Lo cierto, era que solamente los dos no la probaban.

Un día, cuando había pasado algún tiempo, la niña vino muy brava a la casa, pues una compañerita de la escuela le había invitado a comer en su casa. Le dieron el puré y no se dio cuenta lo que le daban, comió y le gustó, pero nos reclamaba que porque no le habíamos dado tan rico alimento. Hoy en día lo recuerda como algo ilógico y lo come con mucho gusto.