Mis hijas o nietos juntos
1
Vivíamos en los Estados Unidos, yo estudiaba mi doctorado, veía poco a la familia debido a lo fuerte del trabajo.
Como era natural las dos hijas, Sonia Patricia y Katia Susana, tenían que comer comida a la que no estaban acostumbradas, pues solo habían vivido en Costa Rica y en Ecuador.
Cuando les tocaba probar algo nuevo, como la comida en los parques nacionales, y no les gustaba, decían ¨al basurero¨, y me pasaban a mí. En la mayoría de los casos lo comía para no desperdiciar la comida, la que nos costaba mucho obtener.
Esto se extendió por mucho tiempo, y aún ahora cuando ya no pueden comer, o si no les gusta, simplemente me distraen en algo, ponen en mi plato la comida, y dicen directamente “al basurero”.
2
Por mis estudios, vivíamos en los Estados Unidos de Norte América con mis hijas y esposa. Vivía con nosotros también un hermano de mi esposa, al que cariñosamente le llamamos Tony.
Un día de estos nos contó que mientras jugaban con mis hijas, durante el invierno de Ithaca, que es muy fuerte, por estar bastante al norte, iban por una vereda de las casa de los estudiantes y que el vio que los hielos de las casas formaban unas bonitas estalactitas y por travieso tocaba algunas de ellas para que cayera al suelo por donde pasaban, cuando el rato menos pensado, sin que se pudiera percatar a tiempo se vino toda la nieve del tejado que se había acumulados por algunos días durante las nevadas, enterrándoles a los tres completamente. Como él iba parado empujando el trineo que llevaba las dos niñas no quedó completamente enterrado y rápidamente se sacudió un poco y se sacó toda la nieve de encima, pero no veía a las dos niñas que estaban enterradas completamente bajo la nieve del tejado. Como no tenía a quien recurrir por ayuda, empezó a tratar de desenterrarlas del lugar, que él pensaba que estaban, hasta que por fin en un momento dado las pudo sacar de la nieve a las chiquillas que estaban todas aturdidas y comiendo nieve por tratar de respirar por la boca ya que no podían por las narices.
3
Por algún tiempo, mis tres nietos intermedios, vivían muy cerca en dos departamentos, uno sobre el otro, me cuenta mi hija Sonia Patricia, que pasaban la mayoría del tiempo en su casa, lógicamente haciendo travesuras. En una ocasión ella y su hermana regresaron haciendo compras, entre las compras un paquete de huevos. Al poco rato de estar las dos conversando en el dormitorio, oyeron que los tres se reían y hacían un ruido raro, salieron a ver qué pasaba y se dieron cuenta que ellos estaban sentados frente a la refrigeradora de la cocina y tiraban los huevos a la puerta de ésta, haciendo puntería.
4
Sonia Patricia, cuando vivía en Quito, fue un día a hacer una gestión en el banco y llevó a los dos hijos menores, como es normal ella hacía la consabida cola, con paciencia, pero los hijos, hacían mucha bulla, entonces el guarda, saltándose todas las normas regulares de un banco, la llevó a la primera caja desocupada con la finalidad de hacer el trámite.
5
Una ocasión cuando Sonia Patricia regresaba con la familia de Ecuador a Costa Rica, se encontró con que en la aduana pusieron dos focos como semáforos y cuando uno aplastaba un botón, salía verde o rojo. Si salía verde, le hacían pasar y si salía rojo le registraban las maletas. Era completamente al azar, pero cuando el guardia vio que llegaban los niños que hacían mucha bulla les pidió que sigan directamente, sin aplastar el botón sin la consabida revisión del equipaje.
6
Los dos hijos menores de Sonia Patricia y el mayor de los hijos de mi hija Sylvia Elena, vivían muy cerca, en pisos diferentes en el mismo edificio. Como se pueden imaginar siempre estaban juntos y se llamaban ñaños entre ellos. Un día que Sonia Patricia conversaba con la hermana, escucharon ruidos y se encontraron con que los tres niños se habían desvestido y que estaban en el patio jugando con la manguera de agua, divirtiéndose mucho, a pesar del frio característico de Quito a las 5 de la tarde. La nota especial era que el más pequeño no había podido quitarse los zapatos y por consiguiente él jugaba con las medias y los zapatos empapados.
7
En otra ocasión que la madre de Anita y Fernando se encontraba ocupada haciendo algún quehacer de la casa, oyó que los niños que habían estado jugando y riéndose en la parte de afuera del departamento, se callaron y empezaron a gritar. Sale corriendo, dejando lo que estaba haciendo y se da cuenta que los dos estaban colgados de la puerta exterior de hierro del departamento y que no podían bajar, pues fue fácil subirse hasta la parte alta, pero no podían bajarse porque veían muy alto y peligroso.
8
Los hijos de Sonia Patricia eran tan traviesos que, en una ocasión en una visita que hicieron a Ecuador, los dos hijos menores y el primo José Antonio no paraban de jugar y hacer diabluras en el edificio. Empezaron a jugar con los comandos del ascensor. Las madres no tenían forma de controlarles hasta que les amenazaron con que no podían abrir los regalos de navidad si seguían jugando en el ascensor.
9
Durante el tiempo que Sonia Patricia vivía con sus dos hijos Ana Isabel y Fernando en la ciudad de Liberia de Guanacaste, donde ella trabajaba como profesora en una escuela local, vivieron en una casa casi en el centro de la ciudad, los niños tenían poca oportunidad de salir a pasear. Al bisabuelo le gustaba sacarlos a pasear por algunos lugares alrededor de la ciudad o cerca de la finca, él nos comentaba que los chiquillos hacían mucha bulla, con lo que era difícil para él concentrase el manejar, pero que encontró la sana solución, se ponía a cantar las canciones que ellos conocían y ellos le seguían, dejando de hacer la bulla que estaban haciendo.
10
Los tres chiquillos vivían muy cerca entre ellos y de una hermana mía que vivía en el segundo piso y que les daba gusto en todo, ella se llamaba Norma, pero como ellos seguramente cuando pequeños no le pudieron llamar le pusieron en nombre de “Tía Oma”. Todas las mañanas los tres chiquillos salían al patio del primer piso y le llamaban Tía Oma, y siempre le pedían galletas y caramelos diciendo danos galletas. Las madres de los chiquillos le habían dicho que no molestaran a la tía, pero ella o su hija, les bajaba una canastita con galletas o caramelos, y ellos se divertían mucho. Cuando la madre de alguno de ellos se daba cuenta que no comía bien, le preguntaba si había estado comiendo galletas, pero ellos siempre lo negaron para hacerle quedar bien a la Tía.