Katia Susana
1
Vivíamos en Quito, Ecuador y Katia tomaba la leche que quería, por supuesto eran bastante chupones o mamaderas. En la noche la madre le dejaba dos mamaderas llenas en la cama, lo que oíamos y sentíamos a media noche era el ruido de caída de las mamaderas.
Salí a estudiar a los EEUU y Katia estaba un poco gordita, cuando el médico la revisó, encontró que estaba subida de peso, el médico le preguntó cuántas mamaderas tomaba a diario, dijo la madre que entre 6 o 7.
El médico le dijo que debía bajar bastante, especialmente las de la noche, desde ese día no volvió a tomar leche en la noche y en realidad bajo un poco de peso debido a lo activa que era de pequeña.
2
Estábamos viviendo en los EEUU, y Katia estaba en la escuela. Como veía permanentemente la televisión, aprendió el inglés rápidamente.
Cuando faltaba un poco para regresar al Ecuador, en una tienda, la niña se topó con un frasco de caramelos. En dicha tienda tenían un concurso donde quien pudiera adivinar el número de confites dentro del frasco, se ganaba un premio.
Katia fue donde la vendedora, y le dio un número muy raro. Todos nos quedamos viendo extrañados, pero no dijimos nada. A continuación, la madre dio todos los datos de identificación.
A los días, cuando arreglábamos las cosas para el viaje de regreso a Ecuador, suena el teléfono. Contesta la madre, y le preguntan si allí vivía la niña Katia. Resulta que había ganado el premio, porque fue la cifra más cercana de confites en el frasco.
Nos invitaron a pasar a retirar el premio. Y Sonia fue a ver de qué se trataba; efectivamente el premio era un radio pequeño de mano.
La niña estaba muy feliz, y no se desprendía del premio por ningún concepto. Cuando llegamos a Quito, ella quiere coger la estación que siempre tenía en los EEUU, pero con gran sorpresa, sale corriendo a decirle a la madre. ¡Uy mami este radio también habla español!
3
En uno de los viajes a Costa Rica, mi esposa Sonia Isabel y nuestras dos hijas se alojaron en la casa de su madre, que quedaba por la estación del ferrocarril El Pacífico.
Katia, en ese entonces la más pequeña, aún hablaba poco y dormía en una cuna que le había prestado la familia.
Ya entrada la noche, la niña empieza a gritar “auxilio tocoyo un cutano”, lógicamente nadie le entendió al principio. Luego, se dieron cuenta de que se trataba de un gusano que subía por la baranda de la cuna.
4
Entre Katia, la segunda de nuestras hijas, y Sonia Patricia, la mayor, había un contraste muy claro.
Sonia era muy blanca, y tenía el pelo rubio, igual que su madre. Katia se parecía más a mí, con pelo negro, y más morenita. Por eso, incluso en la actualidad le llamamos “negra” .
Se ponían a pelear entre ellas, siempre la segunda molestaba a la mayor. Para que dejara de molestar a Sonia Patricia, se me ocurrió hacerle una broma, y decirle que la habíamos encontrado debajo de una piedra, en el Río Machángara, que pasa por Quito.
Pasaron los años, y siempre recordamos esa broma, pero ahora cuando todos somos mayores, me dijo que no tenía idea cómo le molestaba esa expresión.
5
Por una temporada corta vivió con nosotros en los Estados Unidos un primo de mis hijas, llamado Luís Javier.
Katia y Luís Javier sabían que a Sonia Patricia se asustaba mucho las películas de miedo. Entonces, para molestarla cuando los padres no estábamos, ellos se confabulaban para poner esas películas, y hacían que Sonia salga corriendo sin poder ver la televisión.
6
Vivíamos en Turrialba, en el CATIE, y Katia estaba aprendiendo a tocar el piano, con la esposa de un técnico, compañero de trabajo. Como Sonia Patricia siempre ha molestado a Katia, para verla brava, ella se desquitó, tocando la misma pieza en el piano muchísimas veces, hasta poner brava a su hermana.
7
Cuando regresamos de los Estados Unidos de Norte América, las niñas se ambientaron rápidamente pues en el vecindario había una buena cantidad de muchachos, más o menos de la misma edad.
Como ellas habían pasado cuatro años fuera del país, siguieron los estudios escolares en inglés. El castellano, lo hablaban con un poco de acento, por lo tanto, les llamaban “las gringas“.
Lo simpático es que Katia, que era “la negra“, en contraste con su hermana rubia, tenía el acento más marcado que la hermana, pues era menor y había practicado poco español.
8
Durante esa época, estaba de moda una canción de un personaje llamado Ben, que bailaba, con una música muy pegajosa.
Esto llamó mucha atención de Katia, que lo imitaba. Entonces, se peinaba con dos amarrados de pelo, que simulaban las orejas de Ben, y ella las sacudía imitando.
Era muy entretenido llegar a la casa y ver la niña bailando. Todos los familiares y amigos le festejaban y le hacían muchos cariños.
9
Ellas tienen una prima, hija de mi hermana Marianita, era más o menos de la misma edad de Sonia Patricia.
Las tres se confabularon para robarle los cigarrillos a la tía Gina, que para ese entonces vivía con nosotros en Quito. Se escondían, para fumárselos.
La Tía no se daba cuenta porque había comprado en Panamá, las antiguas ruedas de cigarrillos y creía que las tenía bien escondidas en el closet de la casa.
10
Vivíamos en Quito y nuestra hija Katia, nos fue a visitar. Sonia Isabel y yo vimos pasar el avión en que ella debía venir, por cuanto la casa donde vivíamos estaba en la ruta del avión.
Queriendo darle una sorpresa, salimos al aeropuerto sin saber que el vuelo se había adelantado, y al acumularse tanta gente, el aeropuerto ayudó a que salieran rápido.
Cuando llegamos, nos enteramos de que ya habían salido todos. Como Katia no asomaba, nos devolvimos para la casa.
Cuando llegamos, la encontramos sentada en maleta, esperando que alguien le abra la puerta. Temerosa de ser asaltada en esa situación, había tirado la cartera y las cosas de valor por encima de la puerta.