Fernando


1

Fernandito, el tercer hijo de mi hija Sonia Patricia, tenía apenas dos años. Me pide jugo de naranja, y al abrir la refrigeradora no pude ver que el contenedor del jugo aún tenía muy poquito. Pero él, desde abajo, si podía ver el jugo.

Le dije que no había, que debíamos comprar un poco. Se puso a llorar, y me dice “tapico quelo” repitiendo muchas veces.

Le insistí que no había, pero él se puso furioso, y me hizo ver que en el fondo del recipiente, si había un poco de jugo de la marca Tampico.


2

Fernando era muy travieso, y hacía mucha bulla en la casa. La madre cuenta que un día estaba ocupada con labores domésticas, y se preocupó porque no lo oía haciendo bulla, sino reírse a carcajada pura.

Sabiendo cómo era, inmediatamente salió a ver qué pasaba con el chico. Y, oh sorpresa, ve que se había desocupado en los pañales, y había sacando el excremento del pañal y embarrado las puertas de los closets del corredor de la casa.


3

“Fer” como cariñosamente le decimos, debe haber tenido entre dos y tres años. Era muy gracioso verlo bailar, apenas oía cualquier música, movía las caderas, en una forma que parecía de caucho (hule como se dice en Costa Rica).


4

Una ocasión nos invitaron a una finca de una tía de Sonia Isabel por la Cima, camino a Pérez Zeledón. Esta finca tenía un estanque bastante grande, con un criadero de truchas. Como las truchas estaban al punto, nos invitaron a comerla.

La norma de los dueños era que el que no pescaba, no comía trucha. Por lo tanto, cada uno se puso a la pesca. Entre los primeros para la pesca, estaban los niños, y Fernando, que tenía aproximadamente dos años, tomó la caña, y le pidió al tío que le preparara para sacar su trucha.

Una vez que le adecuaron con la carnada precisa, el niño se acercó al estanque, y no bien lanzó el hilo con la caña, con la ayuda del tío, una trucha pico. El tío le ayudó a sacarle, grande fue la sorpresa del niño al ver semejante animal, casi de su tamaño, en su caña.

Está feliz, pero la trucha apenas se la puso en el suelo, comenzó a moverse. El niño se asustó, salió corriendo, y se puso a llorar hasta que el tío mató al pez y se lo entregó sin movimiento.

El muchacho, se acercó a la brasa y muy orgulloso le dijo al primo, que por favor le preparara su trucha, y que era para él solo.


5

A Fernando le gustan los animalitos domésticos desde muy joven, y por lo tanto cualquier animalillo que veía, enseguida se acercaba y trataba de cogerlo para jugar.

Un día se topó con un zorrillo, que como todos sabemos, son muy hediondos, especialmente cuando se enojan, pues lanza una especie de hormona u orina para defenderse.

Como no les tenía miedo, seguramente porque no sabía lo del mal olor, se acercó para regalarle una galleta que él estaba comiendo. Algo debió asustar el zorrillo, o alguien, mal intencionado, lo asustó, porque repentinamente el zorrillo levantó el rabo y soltó el chorro de orina en la cara, y en su ropa.

Cuenta la madre que le costó mucho trabajo quitarle el olor a zorrillo.


6

A Fernando le molestaba mucho el oído, y no sabía por qué razón. Ademas, no se le veía nada externamente.

Durante un juego de bola en la escuela, le pegaron un pelotazo en el oído, y que le salió sangre. La madre se preocupó, y le llevó al doctor para hacerle revisar.

Cuál fue la sorpresa, cuando se encontró que tenía una garrapata, la cual había sido afectada por el golpe de la pelota, pero nadie lo había notado.