Anécdotas de nosotros
1
Después de graduarme de Ing. Agrónomo, mi intención siempre fue de seguir estudiando. Luego de trabajar unos años en la Estación Experimental de Pichilingue, obtuve una beca, apoyado por el Dr. Jorge Soria Vasco, en Costa Rica. Llegué al IICA Turrialba en septiembre de 1963.
Fui asignado al Departamento de Cultivos. En el Departamento trabajaba una chica, que me encantó desde el primer momento que le vi. Ella aparentemente tenía un novio, un muchacho de apellido Hernández. Eso no impidió que tratara de acercarme a ella, pero siempre tuve un pequeño rechazo de su parte.
Una ocasión quise invitarle al cine en la ciudad y me dijo que no, que se quedaba con su compañera de cuarto, que le llamaban “la pulga”. Más tarde las vi subir al bus, que va a la ciudad, de pura casualidad. Como habíamos planeado con un amigo ir al cine, nos adelantamos en el carro de él.
Cuando llegaron al cine, me acerque a la puerta para entrar juntos, ellas se asustaron, pero reaccionaron rápidamente y fueron a acomodarse en los asientos. Lo hicieron a propósito para ponerle a mi lado a “la pulga”, la cual no se enojó por lógicas razones.
2
Mi interés seguía pendiente, y descubrí que había una máquina para sacar punta al lápiz junto al puesto de Sonia Isabel, esa chica que me encantaba. Como mi trabajo tenía que hacerlo a lápiz (no necesariamente) a cada rato perdía la punta y me trasladaba a afinarla, para acercarme a ella.
La muchacha ni siquiera me miraba, pero la compañera, cuando había salido le dijo que me iba a sacar la punta hasta el dedo, por descuido, ello hizo algunos comentarios no muy agradables, en mi contra.
3
Pasó algún tiempo y las cosas no cambiaban, hasta que hubo una fiesta de recepción de los nuevos estudiantes. Todos estábamos invitados, yo acompañé a una muchacha de Ecuador que estudiaba Bibliotecología. A ella la conocía desde hace mucho ya que trabajaba en el INIAP, la mismo Institución donde yo laboraba, pero en una Estación diferente.
La muchacha ecuatoriana era muy bonita y entramos del brazo, lo cual parecía que no le gustó mucho a doña Sonia Isabel, porque se acercó rápidamente a saludarnos.
La primera pieza bailé con mi pareja, pero me di cuenta de que Sonia no tenía pareja. A la siguiente pieza alguien salió a bailar con mi pareja, y yo invite a Sonia bailar; no muy contenta y por compromiso salió.
La pieza era una zamba brasilera llamada Brasil. En ese entonces yo creía que bailaba muy bien y me puse a bailar al puro estilo samba. Parece que a ella le gustó el estilo, y desde entonces cambió completamente de actitud.
4
Pasó el tiempo y lógicamente nos ennoviamos, y en algún momento decidimos casarnos, para lo cual tenía que conocer a su familia. Como ella pertenece a una familia bastante grande, tenía que pasar por la prueba de fuego conociendo a todos.
En una de las primeras visitas, conocí a la única hermana que tiene ella, entonces una chiquilla de 8 o 9 años, y lo primero que le dice es “¿Isita (así le llaman a ella) te vas a casar con ese viejo?“, ya que para ese entonces era de mucho aspecto para mi edad. Todos nos reímos y la visita siguió sin mayor comentario.
Esta hermanita de Sonia tenía una muñeca, a la que se había desprendido una pierna y se quejaba de que no podía arreglar la muñeca. Yo le pedí que me dejara probar si podía arreglarla. Luego de un rato se la devolví arreglada, entonces ella cambió de actitud notablemente hacia mí.
5
Mientras estudiaba en el IICA para obtener la Maestría, había un excelente profesor de Suelos, llamado Profesor Hardy. Era de nacionalidad inglesa y estuvo en La estación de Pichilingue del INIAP, por algún tiempo.
En ese entonces la Estación estaba muy aislada de alguna ciudad cercana, y no contaba con una carretera para entrar. La única forma de llegar era por río Quevedo, en el cual navegaban lanchas muy pequeñas. Haciendo de sus comunicaciones un poco difíciles.
Tenía radio y un aeropuerto muy pequeño, para avionetas pequeñas, que se utilizaban para fumigar banano contra la sigatoka, que es una enfermedad que puede llegar a matar a la planta y daña el fruto.
Cuando el profesor Hardy supo que yo iba a trabajar en esa Estación y que ya habíamos formulado el compromiso de matrimonio con Sonia Isabel, le dijo “POBRECITA”, ya que era su secretaria y le ayudaba mucho con el idioma.
6
Cuando estudiaba en el IICA, a Sonia le gustaba ir a San José a visitar a su familia, si yo no tenía cosas que hacer, le acompañaba. Cuando queríamos ir al cine o alguna parte, inmediatamente su madre nos asignaba el chaperón, que generalmente era el hermano que le seguía, que le llamaban KOKI de sobrenombre.
A él le gustaba ir con nosotros, porque, le complacíamos en lo que él quería. Siempre que íbamos al cine, el muchacho se dormía. Sonia Isabel siempre le reclamaba por qué necesitaba chaperón, si nosotros en el IICA vivíamos en el mismo lugar y nadie nos controlaba. La señora se ponía muy brava y le decía que mientras estemos allí, así tenía que ser.
7
En una ocasión la señora Dinorah (madre de Sonia Isabel) nos visitó en Ecuador. Uno de los lugares que quería conocer era una finca que mi padre tenía cerca de Quevedo.
Estando de visita en la finca llamada Lampaderas, al entrar a la casa, que había permanecido cerrada por algunos días, la señora movió un banquito, para sentarse, ya que estábamos en el comedor, con las sillas viradas en la mesa.
Cuál fue su sorpresa que del banquillo salían unos ratones que habían hecho nido, pero estaban muy pequeños. La señora tiró el banquillo a un lado y nadie sabe cómo, pero la vimos sobre la mesa, alzando el vestido y gritando, ¡puta, puta, puta!
8
Vivíamos en San José y teníamos un carro Honda. En una ocasión Sonia fue a recoger a su hermana Gina a la estación del Pulmitan.
Cuando subía una pequeña cuesta de la avenida 7, el carro se le apagó. Hizo varios intentos por prenderlo, pero no tuvo éxito, entonces me llamó por teléfono.
Cuando yo llegué la encontré casi llorando de la rabia que tenía, por qué a pesar de que tenía las luces de parqueo, lo cual cualquier chofer entiende que el carro esta parqueado o dañando, cuando un chofer le pasaba le gritaba, ¡“saca el freno!” pensando que como era mujer, no sabía manejar.