Ana Isabel
1
Ana Isabel, la segunda de las nietas, siempre fue muy traviesa. Vivía en Quito, en un piso grande con sus hermanos y padres.
Un día se acercaron a la madre y le dijeron que no se levantara, que le traerían el desayuno a la cama. Conociendo la madre lo que eran los chiquitos, sospechó de algo, pero dijo que estaba bien, que fueran a traerlo. Enseguida, les siguió sin que se dieran cuenta.
Cuando llegó al área del comedor, se dió cuenta que, en complicidad con su hermano menor, habían embarrado con mantequilla las paredes de la sala. Aunque no lo hizo sola, pronto notamos que Ana era la autora intelectual de las travesuras.
2
Sonia Patricia salió a hacer compras en un supermercado cercano a la casa, y llevó a Ana Isabel para que le acompañara. Terminó de hacer las compras y fue a pagar.
Notó que el cajero se reía mucho al ver a la niña. Volvió a verla, y se dió cuenta que Ana Isabel estaba estirando sus brazos hacia el cajero, y tirándole besos con la intención de que la alzara.
Pueden imaginarse lo acongojada que estaría la madre con el muchacho. Todos se dieron cuenta alrededor de la caja y soltaron carajadas, lo que no disminuyó la congoja de la madre.
3
Anita estaba de vacaciones con nosotros en un hotel de playa, llamado Condovac. En la mañana había un esplendoroso sol, que ardía y quemaba la piel.
Inventaron ir a bañarse a la piscina con varios amigos que llegaron al departamento. Todos se acicalaron dirigidos por mi esposa. Le pidieron a Fernando, el hermano menor, que se pusiera una camiseta de manga corta para no quemarse, a lo que el niño obedeció inmediatamente.
Pero Anita dijo que ella no se ponía ninguna camiseta, que ella se iba solo con el pantalón de baño. Mi esposa, ya molesta, le dijo que si no se ponía la camiseta, no se iba con el resto de los amigos. Todos se fueron, y ella se quedó llorando, y con mucha rabia. Se cerraron las puertas y ella quedó en el dormitorio, y nadie le hizo más caso.
A la media hora, ya calladita, le dice a mi esposa “Tita, si me pongo la camiseta para irme a la piscina. Es que ésta -cabecita loca- no me dejaba pensar bien y entender” mientras se tocaba la cabeza.
Para estar seguro de que no se sacaba la prenda de vestir, fui yo personalmente hasta la piscina, hasta que nos llamaron para la comida.
4
Anita debía tener unos cinco años, cuando la hermana mayor, ya en el colegio, tenía un noviecillo que siempre llegaba a casa. Este muchacho era bien parecido, y muy buena persona.
Un día, Marianita se da cuenta que Anita estaba coqueteando con el novio. Desde la parte superior de la escalera, le mandaba besos volados, y no paraba de verle con ojos enamorados.
Se regresa Marianita, un tanto molesta, y le dice que vaya a otro cuarto, que ella era una “roba novios”.
5
Cuando era pequeña era muy mimada (chineada) de toda la familia. En una ocasión, estaba acompañando a Fernando Cobo, su abuelo paterno. Este se encontraba un poco enfermo en cama, y le sirvieron un plato de macarrones.
Seguramente a la chiquita no le gustaba, y lo que hizo fue girar el plato; y con este, toda la comida en la cama del abuelo.
6
Su madre tenía un grupo de amigas, para hacer costuras y bordados. Casi todas eran mayores que ella, pero calzaba muy bien por la forma de pensar.
Un día estaban reunidas, y en el lugar había niños de otras familias, un poco menores que ella. La niña no dejaba de molestar a la mamá, que la tomó y le sentó a su lado, junto a una amiga.
Esta amiga, comienza a decir que todos los niños deberían ser como Anita, que no molestaba a nadie, que era tranquilita. Lo que no podía distar más de la realidad. La madre, que estaba junto a ellas, corroboraba todo lo que decía la amiga.
La niña se dió cuenta que todo lo que decían era mentira, y ya estaba cansada de oírlas. Entonces, cogió una canasta, y dijo “Yo mejor me voy a comprar huevos”, se levantó y quiso salir del cuarto. La madre le obligó a que se quedara en el lugar, aunque estaba refunfuñando.
7
Anita no come lentejas que hace la madre, pero si las que hacen otras casas. Aduce que le dieron tantas lentejas una vez, porque su madre cocinó muchas y tuvieron que comerlas por varios días. Hasta el día de hoy, no le gusta comer, pero las que hace la abuela, hasta se repite, ¿Es fácil entender?
8
Cuando Ana Isabel tenía unos tres años, la madre estaba muy ocupada con su hermano Fernando. Anita insistía en que le ponga atención, pero la madre quería hacerle entender que estaba ocupada y le dijo que espere.
Ana salió del cuarto diciendo que se iba a Chile.
Lógicamente, la madre no le puso mucha atención al principio, pues estaba ocupada con el bebé menor. Hasta que la muchacha que le ayudaba con la casa, le contó que una señorita había encontrado a Anita fuera de casa y lo había traído de regreso.
Resulta que la niña había salido de casa, según ella para irse a Chile, y había encontrado una muchacha en la esquina de la casa. Le contó que se iba a Chile, que estaba esperando para cruzar la calle, ya que la mamá no le hacía caso.
La señorita le dijo que estaba bien, y le preguntó dónde vivía. Anita, señaló la casa. Ella la tomó de la mano, y aunque se resistía, y se acercó para dejarla en casa.
9
Anita, su madre y hermanito estaban haciendo fila para que los atendieran en el Banco del Pacífico en Quito, Ecuador. La mamá le decía continuamente que no se alejara, que se quedara a su lado.
Cuando le tocó el turno de que los atendieran, la mamá le pidió que se acercara, pero Anita se alejó. Le llamó otra vez ,y se acercó un poco. La bebé, en forma escandalosa se tapó la cabeza, como si le fueran a pegar, jalarle el pelo o las orejas, y no quería acercarse. Hizo un gran escándalo en todo el Banco, cuando la mamá solo deseaba controlarla para poder hacer el trámite tranquila.
10
Como parte del aprendizaje de los muchachos, es indispensable enseñarles a manejar un vehículo. Yo siempre les decía que aprendiera. Cuando podía, personalmente les hacía manejar el carro a los nietos.
Una vez que Anita, con el enamorado (novio como se dice en Costa Rica), me pidió que le enseñara a dar retro y estacionar el carro. Estábamos en el estacionamiento, y no pudo controlar el carro, el cual se le fue sin la adecuada dirección, y golpeó contra una palma de la vereda. Prácticamente desarmó la parte delantera. Inmediatamente se bajó del carro, y dijo que ella no seguía.
Mi reacción fue que nadie iba a mover el vehículo, y que allí se quedaba, mientras terminábamos de desarmar toda la parte delantera. Seguramente, debido a que estaba con el enamorado, no siguió con el berrinche y siguió manejando.