El susto con el tren
Cuenta mi padre que era muy pequeño y apenas recuerda la anécdota del tren, cuando lo conoció por primera vez.
Unos compañeros de escuela ya habían visto el tren cuando por primera vez llegó a Latacunga, y se habían pegado un gran susto por el ruido y el pito que era muy fuerte en ese tipo de tren, y peor aun cuando entraba a la ciudad con una curva muy pronunciada. Aprovechando la curva, los amigos le llevaron engañado, para que “vieran unos lobitos” que habían nacido cerca de la ciudad. Como el tren era bastante puntual en su horario, ellos le acercaron lo más posible a la línea sin que viera claramente los rieles, lo cual habría dado cierta duda al niño (Alberto) que desde entonces era muy despierto y aventurero.
Al dar la vuelta el tren y pitar tan largo como podía para alertar su llegada, mi padre dice que dio tal brinco fuera del lugar y que corría desaforado para no ver semejante monstruo que hacía esa clase de ruido y sonaba tan estrepitosamente, mientras sus compañeros se morían de la risa, junto al tren que ya había pasado y
parado en la estación. Le costó un poco llegar y acercarse al tren y ver que en realidad no era un monstruo sino simplemente un aparato que luego le resultaría muy útil en su vida.
Él no se quedó así contento con la experiencia vivida, sino que invitó a otros muchachos y les hizo caer en la misma trampa en que él había caído.