Le persigue el alma


Cuando mi General tenía aproximadamente 12 años de edad y estaba pasando vacaciones en la finca de su padre, Pachusala, su madre enferma y tiene que salir a comprar unas pastillas al cercano pueblo de Tanicuchí.  Ensilló su caballo y a la velocidad que pudo, pasando por atajos tan conocidos para él y su cabalgadura, en un momento estuvo en el pueblo y compró los remedios, y pensó en dar una vuelta viendo a una de sus amigas (muy especial) de hace mucho tiempo, hija de un amigo de sus padres, quien lo recibiera muy entusiasta. Cuando le preguntaron qué hacía allí a esas horas, él les dio razón de la compra que había realizado y que tenía que regresar antes de que le coja la noche, sin embargo, se quedó un momento por estar con su amiguita que tan bien la recibía y que le había ofrecido una taza de chocolate.

Pronto se dio cuenta de que ya era tarde, y tan pronto se alistó para regresar se dio cuenta de que el sol ya se ponía y que la luz cada vez era más escasa. Se subió rápido a la cabalgadura, ligeramente se despidió de su amiga y emprendió el regreso. Tomó el camino que siempre había recorrido, pero pensó que podía pasar por el llano grande, cruzando como había ido al pueblo y ganar unos minutos que eran precisos para no llegar muy de noche a la finca. Cuando estaba en medio llano, recordó que la gente decía que por allí rondaba un alma de alguien asesinado hace mucho tiempo y que se aparecía al ponerse el sol, especialmente.

Pensando en evitar el alma, espueleó a su cabalgadura y tan pronto como pudo se acomodó el sombrero para que no se cayera, pero la sorpresa fue grande al ver hacia a derecha, el alma se le apareció a unos pocos metros de donde cabalgaba. Volaba suspensa en el aire, pero no podía ver claramente si era una persona, una calavera o solamente una túnica que volaba a su lado. Cerró los ojos y siguió como pudo, pues él sabía que su caballo conocía todo el camino perfectamente. Cada vez que volvía a abrir los ojos y veía hacia el lugar donde había visto el alma por primera vez, seguía viéndola. Cada vez tenía más miedo de que el alma le hiciera daño y por lo tanto corría más con el caballo ya casi desbocado, pero cada vez que veía para ese lugar el alma seguía allí. Viraba la vista, pero el alma no se le quitaba del lugar. Al cabo de algunos minutos de angustia indescriptible, al fin vio la luz de la hacienda y saltando el portillo entró en el camino real a la finca. Tan pronto entro al patio, gritó para que el mayordomo cogiera el caballo y entró en la casa desaforado, luego entregó los remedios que le fueron suministrados a la madre inmediatamente, pero el alma no se le quitaba del frente.

Al sacarse el sombrero se dio cuenta de que el alma se le había ido, pero aún seguía con un susto terrible. Qué aspecto habrá tenido que sus hermanos y su padre le preguntaban qué había pasado, que parecía haber visto al mismo diablo. Entonces él contó lo del alma, y al ponerse el sombrero para indicarles por el lugar que veía el alma volvió al verla claramente en el mismo lugar, y casi se desmaya del susto. Su padre, quitándole el sombrero, le hizo ver lo que él pretendía ver como alma, no era sino un hilo que se había desprendido del sombrero y que visto de cerca parecía la famosa alma.

Como resultado de esta tremenda experiencia, mi padre nos recomendaba no sacar conclusiones de algo que veamos en forma superficial, lo que me llevó siempre a recordarlo mientas hacía mis estudios de doctorado, donde fui muy cuidadoso en mi trabajo experimental y más tarde en el trabajo en general.