Duelo con un Senador del país


Cuando mi padre era comandante del Yaguachi, un miembro del Congreso Nacional hizo un comentario muy descomedido al ejército del país. En vista de que el Comandante General del ejército por alguna razón no podía salir a la defensa de la Institución, mi padre sintiéndose aludido desafió en duelo al miembro del Congreso.

Aunque los duelos estaban prohibidos en el país, todos los rigores del duelo fueron cumplidos y llegó el momento de dispararse los duelistas. El señor congresista quiso disparar antes de lo debido, pero por alguna razón, a pesar de haber seleccionado al azar el arma, y de estar bien revisadas ambas armas por los padrinos, el duelista no pudo disparar.

Cuentan los padrinos que el dedo no le respondió para apretar el gatillo y otros dicen que el arma no pudo disparar por encasquillarse. El resultado es que mi General, al darse cuenta de que le tocaba el disparo, lo hizo al aire tomando en cuenta que era campeón de tiro con pistola por algunos años en el ejército ecuatoriano y podía haberle pegado en el punto que él quisiera. Recuerdo que aun años más tarde podía abrir una caja de fósforos desde una distancia de más de 10 metros, con cualquier tipo de pistola o revólver.

El caso contrasta ampliamente con la nueva moda o costumbres de los señores congresistas, quienes hacen alarde de valentía, sacando armas en el Congreso, tirando ceniceros a los contrincantes, dándose de trompadas y patadas en las sesiones, como simples matones callejeros. Faltan el respeto a muchas damas que hay en el Congreso, quienes tienen que irse a un lado y ver espectáculos tan grotescos como los que hemos visto sorprendidos por la televisión en los últimos años, con un dolor tan grande, sabiendo que en el pasado siempre hubo hombres con un sentido de gallardía y entereza moral y material que salieron a defender los fueros de instituciones o ideales en la forma más caballerosa posible y con pundonor, no como matones alevosos.